12 sept 2015

PARA QUE SIRVEN LOS TRAUMATÓLOGOS

Ayer fui al traumatólogo, un especialista al que se supone que la gente visita cuando algo no “camina” o no “anda” bien. Sé que no soy la única a la cual la absurda comodidad de la ciudad le regala su trauma, cargado de un humo negro que algunos escépticos llaman Smog, que de seguro logra nublar tus pensamientos hasta el punto que sólo un especialista te puede ayudar. 
Llegué al lugar y me indicaron que el traumatólogo me esperaba en el subsuelo y pensé… que apropiado! será preciso sumergirnos en las profundidades del problema para comenzar a sanar. 

En la sala de espera había muchas otras personas con problemas esperando al especialista en traumas y para mi sorpresa, casi todas ellas mostraban alguna complicación manifiesta en su cuerpo. Sentado en un rincón un tipo con un yeso en el brazo me miraba de reojo. Dos o tres mujeres se movían por ahí usando unas botas bucaneras bastante altas y muy modernas, que solamente llevaban puesta en una sola pierna… Que moda mas boluda!! Me dije… y relojeando a mi alrededor, elegí el mejor lugar para sentarme, una sillita un tanto incomoda que estaba justo al lado de un aparador, que en el día de la fecha exhibía una mano de plástico, un estilo muy parecido al de Dani… 

Descartemos de la pregunta “qué Dani?” al futbolista y rompe corazones Daniel Osvaldo, calculo que si hubiesen querido erigirle un monumento a ese Dani, lo mejor hubiera sido que en vez de una mano, asomara uno de los tantos botines usados por él. Artículo sumamente controvertido que vendría a provocar el deleite y regocijo de otra gran proporción de la población de la ciudad (femenina en su mayoría), a la cual el “smog” las trauma de tal manera, que las va convirtiendo en un caso especial y que algunos reconocen con el nombre de “botineras”. Dicho trauma, a diferencia de otros, presentaría síntomas diversos pero bien definidos: comienza con la adoración seguida de persecución a cualquier persona que utilice botines, luego se va agravando por un fanatismo y/o fundamentalismo por el dinero fácil, provocando una baja total del autoestima, pudiendo alterar su conducta hasta llegar a un alto grado de exhibicionismo tanto en vía pública como en medios de comunicación, mientras se va evidenciando una gran transformación del cuerpo, que se completa -ya en su fase final- con un serio hinchamientos de pechos y labios, pérdida de color en el cabello, y en la mayoría de los casos, con numerosos inconvenientes en el habla y/o en el razonamiento. Por suerte no había ejemplares del famoso trauma en la sala, cosa que también me llamó la atención. 

Volviendo al estilo Dani, enseguida interpreté que la mano no era más que el homenaje de algún director del piso al mismísimo gobernador Scioli… Por supuesto, no con intención política, sino más bien como distinción (y estímulo para todos los traumados) por su enorme lucha y su conmovedora recuperación luego del trauma sufrido en aquel accidente en el que… bueh, todos vimos y sabemos de aquel accidente, así como todos sabemos “del pibe de los astilleros” y "de las piernas más bonitas”… y aunque no sepamos todavía donde habrá ido a parar la mano, he visto que hace un tiempo se ha lanzado una gran campaña desde la fuerza policial provincial, que cuenta con enormes carteles colgados por las rutas del conurbano, exhortando a lo siguiente: “SI VES ALGO Ó SABES ALGO, LLAMA AL 911”. Menuda tarea si no interpretaste la consigna de manera correcta, podría haber gente que perdiera la vida entera llamando al numerito e informando todo lo que aprende cada día. Decidí pasar la demora que la mayoría de los especialistas te aplican entre turno y turno, mientras se cagan de risa de nuestra ridícula condición de “pacientes” y apuestan por un chat inter-consultorio, en qué momento el cara de boludo ese o la gorda pelirroja aquella, volarán de ira y en un rapto de ansiedad descontrolada serán capaces de romper el cristal, robar la mano plástica y abofetear a la secretaria mientras el resto de los impacientes arenga al nuevo héroe agitando sus órdenes médicas con ánimo de que la bofeteada nunca termine. Algunos entraron y salieron y nadie se atrevió a chorear la mano… entonces saqué el libro y retomé una lectura, así bien ligerita porque no podía dejar de pensar en mi trauma y de cómo lo expondría puertas adentro del consultorio. Pero un pasaje del relato me distrajo nuevamente. De repente el texto comienza a describir a una extraña criatura, delicada como la porcelana, con labios y aterciopelados cual pétalos de rosa, etc. etc. (y paro con mi penosa descripción por respeto al Oscar), quien le roba la cordura al joven Gray... hasta ahí nada nuevo, ya habían pasado criaturas exquisitas o más bien, ya me las había imaginado todas, lo cierto que es que la minita, actriz ella, se llamaba Sybil Vane y que querés? de nuevo la rosca de las extremidades me da vuelta en la cabeza... Por favor! cuantas quisieran calzarte los zapatitos de Sybil Vane! Y ojo que todavía no terminé el libro y puede que Sybil, como muchas otras tantas actrices haya terminado en cualquiera, aunque lo dudo seriamente porque hace unos días descubrí a metros de donde trabajo, que hay una especie de “museo boutique” con una marquesina a todas luces que tiene su nombre, una especie de lugar donde parece que se muestran todos los calzados que usó la minita, pero además creo que si te gustaron algunos te los hacen a medida y te los podes comprar… así que ahí las ves: señoras y minitas llenan el museo llevándose los pares de recuerdo, algunas se empujan entre sí y más de una vez he visto tironeos picantes por algún par, seguramente alguno que Sybil habrá usado en su obra más famosa. Pensar en la imagen de ese comportamiento me invitó a reflexionar sobre una nueva especie de trauma, pero quizás convenga no enmarcarlo como una sub-clase del llamado trauma consumista en general. Lo cierto es que a veces se pueden juntar el trauma botinera y el trauma Sybil en el mismo lugar y en ese caso el desenlace podría ser muy divertido. 

Por fin, alguien por ahí dijo mi nombre, la voz tenía forma de Dr. entradito en años y cara de simpático. Me ofreció pasar y enseguida mis ojos buscaron algo parecido a un diván, solo necesitaba desparramarme en él y balbucear todas esas palabras sin sentido mientras el Dr. simpático las fuera traduciendo en esa loca trilogía del ello, yo y superyó. Pero no había diván, solo una camilla de cuero bastante dura en la que únicamente me pude sentar. Le empecé a contar de mi trabajo y de mis esfuerzos por sentirme cómoda en este puesto, pero el insistía en los detalles más incoherentes, tales como: la forma de la silla, o en qué forma me sentaba, si hacía ejercicios en la semana y mientras hablaba me revisaba la espalda y me hacía unos leves masajes en el cuello… también me agarró las manos y me hizo hacer unos dibujos muy raros en el aire. Yo creía que sólo ellos garabateaban dibujitos que nunca te mostraban. Por mi parte intentaba que escuchara mi problema, le contaba que estaba muy cansada, pero que al llegar la noche no podía dormir bien y él me preguntaba sobre mi almohada. Por último me miró a la cara y me dijo: "querida tu problema es postural. No tenés nada de qué preocuparte… porque no probás con el Yoga? Eso te va ayudar".
Yo que todavía no había ni empezado a hablarle de mi madre lo miré medio aturdida y mientras me despedía pensaba... que manera más irrespetuosa de subestimar mi comportamiento… si tan solo de un día para el otro todos pudiésemos cambiar nuestra postura frente al mundo y dejar los traumas atrás… él y todos sus amiguitos traumatólogos se morirían de hambre.

2 comentarios:

  1. Quizá es verdad, tenemos que hacerle mas caso a los traumatólogos que a los psicologos, al menos tienen mucho mas poder de sintesis... Cambia la postura. Tenes mucho talento para contar, decir y ver!

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    1. Gracias ♥ Todos tenemos mucho para contar y escuchar... habrá que ir cambiando de zapatos de vez en cuando. Voy a seguir, hasta que me pidan por favor que no lo haga mas

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