Me paré a mirar los zapatos en la vidriera casi
automáticamente y en seguida me dije: "-¿qué haces? Si estás llegando tardísimo."
Esa misma tarde había arreglado que pasaran por casa a cobrarme el alquiler y
me esperaban hacía 15 minutos.
Dejé la zapatería poco más que corriendo pero en el medio del envión una señora entradita en años que andaba caminando muy tranquilamente por calle Monroe me preguntó:
"-Disculpe señorita, ¿Qué día es hoy?. -y añadió en seguida-. ¿qué fecha?."
Su pregunta me descolocó. Hacía tanto que alguien no me preguntaba “que día es hoy” o “qué hora es” que me vi en la obligación de repensar mi respuesta.
Su pregunta me descolocó. Hacía tanto que alguien no me preguntaba “que día es hoy” o “qué hora es” que me vi en la obligación de repensar mi respuesta.
¿Era posible que corriendo el año 2016 la señora no tuviese
un celular para chequear este dato?. ¿Cómo puede ser que pasara sus tardes sin enviar
ni un sólo mensaje de texto a sus nietos con un sin fin de preguntas tediosas,
de esas que sólo hacen las abuelas por celular?: ¿Cómo te fue en el examen?, ¿Cómo
se porta tu hermanita?, ¿Cuando pasan a visitarme?. A lo mejor podría ser... quien
sabe. Pero si Bob, mi viejo, con un poco más que 60, con todas las cualidades de
un hombre de antes, entró en la microonda de las telecomunicaciones, me
resultaba muy difícil que una señora un poco mayor que él, oriunda de Urquiza
no lo haya hecho también. Pero qué se yo… no lo hizo y qué mas da.
Volviendo entonces a su pregunta, no estaría mal pensé, aprovecharme un poco de esa situación e inocentemente analicé la posibilidad de que la percepción de la realidad de la señora, quien se mostraba un tanto perdida, estuviese lo demasiado dañada como para poder mentirle piadosamente y decirle que “hoy no es hoy” sino otro día, un día inventado, contingente. Mirá si esa agradable señora quien me miraba con ojos complacientes envuelta en ese viejo pañuelo celeste con pequeñas flores naranjas que tapaba gran parte de su cabeza, estuviese de verdad tan confundida como para aceptar cualquier fecha que le dijera y con eso empezara el juego?.
Y bueno… Probá dijo mi lado malvado, después de todo no le vendría
nada mal a señora volver unos años atrás.
Entonces dije: “-Hoy? Hoy es… estemmmm…”
Yo buscaba remontarme hacia un día cualquiera en el que
todo haya salido a la perfección. Lo incómodo es que la señora me había
parado en el medio de la vereda de la estación de tren y todo pasaba tan rápido
por mis laterales que temí que alguien se la llevara puesta, sin embargo ella
salió ilesa de la estampida de gentes que dejaban la estación pero un tipo
que agarró cruzada la vereda para cortar camino y tomar el colectivo, me dio
un codazo seco en las costillas y me sacó la fecha de la punta de la boca. Y
dije lo primero que me salió: “-Hoy es 2 de abril del 92”.
El tren estaba dejando la estación y súbitamente un fuerte
dolor me atacó directo a la cabeza. Fue tan intenso que me hizo caer al suelo mientras me tocaba las sienes como intentando agarrar lo que sea que andaba mal
allí adentro y contenerlo entre mis manos.
Luego como por arte de magia el dolor cesó. Abrí los ojos y
todo se fue a la mierda. Entonces sí que no entendía nada de lo que pasaba.
Me encontraba sentada de rodillas en el patio de la casa de mis viejos en Valentín Alsina. Era de día todavía y un sol difuso me llegaba por la espalda mediado por las ramas de un paraíso que desde hace mucho tiempo ya no está más plantado en el medio del patio.
Me encontraba sentada de rodillas en el patio de la casa de mis viejos en Valentín Alsina. Era de día todavía y un sol difuso me llegaba por la espalda mediado por las ramas de un paraíso que desde hace mucho tiempo ya no está más plantado en el medio del patio.
De inmediato escuché como en la entrada alguien aplaudía enérgicamente.
En la casa de mis viejos, hasta hace muy poco, no había
timbre y mis amigos o los amigos de mis hermanos, incluso los familiares sabían
que cuando venían a casa debían hacer palmas en la entrada o simplemente gritar
el nombre de quien venían a buscar.
Todavía envuelta en una marea de estupefacción me fui a ver quien tocaba. Crucé la cocina mirando todo alrededor. Una mezcla de exquisitos olores caseros invadieron mis sentidos, pero algo andaba mal, porque no pude adivinar que fue lo que habían comido aquel día. Así que desvié mis pasos hasta la alacena para buscar alguna que otra sobra, pero no había nada y esto también es algo que pasaba hasta hace muy poco en la casa de mis viejos. Nunca había nada, mejor dicho nunca dejábamos nada. Así que agarré un tímido miñoncito que había resistido el embiste devorador de un almuerzo en familia y lo sacudí de un mordisco. Crucé luego el comedor y desde el desván miré por la rendija de la puerta de entrada y vi la silueta de una mujer elegantemente vestida parada en la vereda.
Desde lejos no pude reconocer quien era, pero a juzgar por
la facha supuse que debía ser una testigo de Jehová o una vendedora de
editoriales, quienes siempre pasaban por casa.
Sentía que no tenía tiempo que perder, necesitaba encontrar
a mi familia y preguntar qué día era, que estaba pasando.
Así que me quedé inmóvil sin hacer ni un mísero ruido. De esta
manera la mujer sabiendo que no había nadie en la casa seguiría su camino y se
marcharía. Y así fue. Un minutos más tarde, volví a poner el ojo en la rendija
y la vereda estaba totalmente despejada. Entonces, empecé el registro de la
casa, entré en cada uno de los cuartos, incluso subí a la terraza pero no había
nadie.
Un sentimiento absurdo empezaba a agitarme el pecho. Ahora que lo pienso bien, creo que nunca había disfrutado de mi casa en soledad. Ésta siempre era un caos, con gente entrando y saliendo y por cierto, yo era una de las primeras en salir y de las últimas en volver.
Sin dudarlo agarré las llaves y salí de casa. Llegué a la
esquina, crucé la calle y al llegar a la otra esquina doblé a la izquierda. Ese
era el camino que me llevaba a calle Formosa donde los pibes, mis amigos, se
juntaban todas las tardes y como cayendo en esa loca posibilidad de haber vuelto el tiempo atrás supuse que a esa misma hora ellos estarían allí.
Pero el panorama era desolador, el barrio estaba completamente dormido. No había
nadie en la calle y el silencio invadía mi paseo. En esas tres cuadras no crucé
a nadie, incluso tampoco había nadie comprando en la esquina del kiosco de siempre
y eso también me llamó la atención. Solo un perro vino a olerme con ánimo bastante feo y sacudiéndose
el hocico largó un llanto bien agudo y cruzó la calle.
Llegue a la casa de una amiga de la infancia Mariné, quien
antes noviaba con mi hermano, toqué el timbre pero nadie contestó. Retomé el
camino y me dispuse a pasar por la casa de la amiga de mi vieja. Quizás en una
de esas ella estuviera allí, pero nadie salió tampoco.
Desahuciada volví a casa arrastrando los pies repitiéndome que
todo iba a estar bien y que mamá llegaría de un momento a otro y seguramente tendría
para ofrecerme una buena explicación de lo que estaba pasando.
Entre a casa, me fui al baño y antes de ver mi cara en el
espejo escuché de nuevo unas palmas en la entrada. Esta vez abrí la puerta sin
mirar, era seguro que alguien venía a buscarme.
Para mi sorpresa era la misma mujer que un rato antes había
estado golpeando. Caminé por el pasillito que conducía a la reja de entrada y
mientras me iba acercando algo extrañamente familiar escondía la señora. Cuando
finalmente llegué a su lado vi su cuello envuelto con un pañuelo celeste con
pequeñas flores naranjas. Supe inmediatamente que su visita no tenía nada de
casual. Esos ojos celestes tenían el mismo gesto complaciente que la mujer de
la calle Monroe, aunque con unas cuantas arrugas menos. Sin embargo ella
comenzó a hablar y no pareció percatarse de mi cara de asombro, cuando me dijo:
“-disculpe señorita, hoy rendimos homenaje a los caídos en la guerra de Malvinas, lamentablemente mi hijo ha perdido la vida allí y es por eso que veteranos y familiares de la delegación de Lanús estamos juntando dinero para…”. La interrumpí de inmediato, entonces ella frunció su ceño y sus ojos se volvieron más oscuros. Creo que en ese momento entendió con quien hablaba.
Y le dije: “-disculpe señora, que día dijo que es hoy?”.
“-disculpe señorita, hoy rendimos homenaje a los caídos en la guerra de Malvinas, lamentablemente mi hijo ha perdido la vida allí y es por eso que veteranos y familiares de la delegación de Lanús estamos juntando dinero para…”. La interrumpí de inmediato, entonces ella frunció su ceño y sus ojos se volvieron más oscuros. Creo que en ese momento entendió con quien hablaba.
Y le dije: “-disculpe señora, que día dijo que es hoy?”.
Inspiró profundamente y dijo: “-hoy es… estemmm… -y buscando en su memoría dijo-. Hoy es 21 de mayo
de 2016.”
Un renovado dolor explotó en mi cabeza y al cabo de un
instante estaba tirada de rodillas nuevamente en la calle Monroe. La señora
estaba a mi lado, me tomaba de la mano y me ayudaba a incorporarme.
La conmoción que sentí fue tan violenta que mis ojos estallaron en un
llanto silencioso, entonces la señora desanudó su pañuelo y descubriendo una
hermosa cabellera blanca me lo ofreció.
“-Tenga mija -dijo-. No llore que aquí no ha pasado nada. Pero por
favor, no sea tonta y no se deje
engañar. Recuerde que lo mejor siempre está por venir y el tiempo nunca es
tiempo perdido, a veces sirve para sanar. Sé que tuvo buenas intenciones. Vaya nomás,
no se detenga, que no hay manera de que algo le salga mal.”
Caminé hasta la esquina crucé la calle y luego doble a la
izquierda. Subí al departamento y como de costumbre no había nadie. Colgué las
llaves y vi que todavía tenía en mis manos el pañuelo celeste. En ese momento tocaron
timbre, me apuré para atender pensando en la señora.
Una vieja con cara de culo apareció en el visor
de la camarita. “-hola si, vengo por el alquiler”.
Un cuento con mi barrio de protagonista... keep it coming baby!!
ResponderBorrarAsí es! Barrio movido. Gracias! ♥
ResponderBorrarlo malo de estas alteraciones espacio/temporales son las puertas de regreso a la realidad. Muy buen relato Maga, me gusta la dinámica onírica que tienen tus txts. Un abrazo Maga! hasta que despiertes...
ResponderBorrarYa desperté y por suerte no me duele la cabeza. Mi profesora de Lengua y literatura quien además era la rectora del colegio, siempre criticó mis cuentos. Alguna que otra vez hasta leyó los errores en voz alta. Una vez se calentó por el hecho de que mi protagonista se despertaba de un sueño. Supongo que esta es mi revancha. Gracias Panza! Buen Lunes!
BorrarLinda y talentosa, encima del conurbano. Aguante!!
ResponderBorrarJaja! Gracias Nene. Nuestras charlas siempre traen una buena semilla.
BorrarMuy muy bueno, me atrapaste! no podía dejar de leerlo. Excelente.. ( me acorde de marite y de tu hno, jajajaja) Tambien de tu casa. Que loco!
ResponderBorrarEssa, que buena onda Gabi! Mil gracias por leer y comentar. Mi vieja se debe acordar de vos también.. jaja =)
BorrarSiempre en toda casa hay un arcon con pañuelos celeste con flores naranjas
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