10 may 2016

Martes a las 12

Todos los martes a las 12 Casciari está en perros. Todos los martes a las 12 tengo reunión con los kapanga en la ofi.
Estaría necesitando imperiosamente cambiar el horario de esa reunión. Quisiera plantarme y decirles así, sin más, que es imprescindible escuchar al gordo (o ex gordo), pero tengo miedo a que me rechacen, tal como rechazan todas y cada una de las verdades que salen de mi boca cuando intento explicarles, entre otras cosas, los abc de como motivar a los empleados o de la importancia de relacionar la coyuntura económica actual, con la baja proyección en cobranzas para los meses que corren.

En esto pensaba más o menos el martes pasado antes de entrar a la reunión.

Hoy, una semana después y siendo martes nuevamente el destino (o lo que uno pretende llamar así) tuvo pensado otros planes para mí.

Resulta que ayer a la noche mientras me clavaba el capítulo 2 de Vinyl, la nueva serie creada por Mick Jagger & Martin Scorsese, una manada de estornudos me condujo desbastada hacia la cama. Supe que al día siguiente lo que quedara de mi cuerpo no podría estar en condiciones para levantarse temprano, meterse en un bondi explotado de personas y cumplir con las malditas 9:30 hs de trabajo.

A las 6:31 sonó el despertador.

Sí señor! sonó a las 6:31. Porqué 6:31? Mirá… alguien me dijo una vez que el despertador jamás debe ponerse en punto, que era una buena manera de ver que uno maneja su propio reloj o es dueño de su propio tiempo. Pensé por un instante en que hay personas que se programan de a 60, de a 30 o de a 15 minutos sus alarmas y sus vidas, pero quien se programa de a 31 minutos? Solo alguien de espíritu rebelde como el mío, al menos en un plano mental, porque materialmente todos somos marionetas y de inmediato adopté su teoría.

Así que a las 6:31 apagué la alarma y me dispuse a dormir un rato más, antes de dar aviso a la oficina de que arranquen sin mí, porque hoy ni en pedo pensaba en salir de casa.

Me sentía enferma y sigo sintiendo lo mismo aún ahora, ocho horas más tarde y sin haber dejado la cama por más de 30 segundos corridos y solo para ir a rastrear algún chocolate o buscar un poco mas de papel higiénico para limpiar mis mocos.

Pero algo de mi malestar escondía la felicidad de hacerse la rata. Una rata que se queda con el queso y le hace oleee a la trampa.

A eso de las 12 luego de un almuerzo livianito, me llegó un mensaje que decía que es martes y que ponga la radio porque hoy está Casciari. La felicidad fue completa y tuve bien claro que los planes que el destino piensa para nosotros, no son ni más ni menos que los que uno se inventa para sí mismo.

Así que acomodé la compu y me quedé quietita esperándolo. El gordo se hizo esperar y mientras la comodidad de la cama me cantaba el arrorró, me quedé profundamente dormida. Una hora más tarde me desperté exaltada y lo único que alcancé a escuchar es al gordo diciendo: “A veces es Finlandia”…. y mil aplausos invadieron mi cabeza, mientras el gordo daba las gracias.

Que injusta que es la vida… podría pensar. Que boludos los que como yo tiran al tacho las oportunidades que un martes cualquiera le ofrece.

Sin embargo no me siento de esa manera. Si hubiese llegado un segundo más tarde, la palabra clave del gordo se me hubiese escapado sin serme revelada. Todo lo contrario me siento una afortunada. Mi inconsciente me despertó para escuchar como Casciari pronunciada con todo el peso la última palabra de una historia que quería contarme. De inmediato me fui al blog y busqué Finlandia, leí la historia y me emocioné como siempre me pasa con ese gordo hijo de puta.


Te la dejo…  en una de esas a vos te pasa lo mismo. Finlandia



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